Pocas personas conocen que, por nuestros campos manchegos, adornan el paisaje de manera magistral, unas estructuras arquitectónicas de origen milenario, realizadas por la gente del campo, sin conocimientos arquitectónicos, que han perdurado miles de años y han llegado hasta nosotros en silencio. Estamos hablando de los chozos de pastor; construcciones realizadas con la técnica llamada piedra en seco. Esta técnica consiste en edificar con piedras colocadas en hiladas sin la utilización de ningún tipoo de argamasa o mortero y la aplicación de la falsa cúpula. Técnica constructiva que la podemos ver en todo el Mediterráneo, heredera de las construcciones minoicas que se ha ido transmitiendo generación a generación a través de los siglos. Por eso mismo recientemente estas edificaciones han pasado a formar parte del Patrimonio de la Humanidad.
Aún hoy por nuestra comarca podemos observar estas construcciones, algunas de ellas olvidadas y en estado de ruina, pero que se mantienen firmes y se presentan ante nosotros como testigos de un pasado glorioso. Los hay de muchos tipos, clases, con tipologías distintas pero todos ellos utilizados para lo mismo. Dar cobijo al pastor que sacaba las ovejas, al pastor trashumante que cruzaba nuestra tierra por la Cañadas y Veredas y a veces cuando no eran utilizados por estos, los propios agricultores también lo utilizaban. Al principio no eran de nadie y eran de todos, construidos por gentes de aquí o los que atravesaban esta tierra, con una belleza que engrandece nuestro paisaje manchego.
Los podemos encontrar en gran número en Campo de Criptana, en Socuéllamos o en Pedro Muñoz; algunos de ellos muy antiguos con un origen medieval; luego están los de Tomelloso, llamados Bombos y con una finalidad diferente, ya no eran para albergar al pastor, ya eran para los agricultores y sus viñas, también son más moderno, pero que igualmente destacan por su genialidad a la hora de su edificación, siendo un ejemplo casi único en toda Europa. Cuando los observamos, nos vienen imágenes de rebaños de ovejas recorriendo nuestro campo, ese pastor con su mula, en solitario de sol a sol; el sabor de nuestro queso manchego, o las vacas y toros atravesando nuestros caminos en ciertas épocas del año. Aún hoy se puede ver es un privilegio poder observar un oficio con la amenaza de su desaparición.
Cuando se mira a estas construcciones solo se puede ver un pasado que nos ha dejado una gastronomía propia y característica diferente a otros lugares, tradiciones pastoriles y la reivindicación de nuestro campo como un lugar atractivo para visitar algo único como son los chozos de pastor.