¿Conocías esta leyenda del Cristo de Villajos?

Por Patricia María Illescas Serrano

Como ocurre con otras imágenes de tan elevada devoción y valor artístico patrimonial, el patrón de Campo de Criptana fue motivo de disputa entre dos pueblos en la lucha por su posesión.

 Es de sobra conocido el santuario dedicado a esta imagen tan venerada no solo en la localidad criptanense si no en toda la comarca; su construcción data de época medieval y en el siglo XVI se sabe que el templo estaba advocado a Nuestra Señora de Villajos, cuya imagen posiblemente sea la que fue encontrada no hace muchos años entre las paredes del edificio y es posible que fuera tallada sobre el año 1300. Y es que Villajos es el nombre del pueblo donde se encontraba el templo que hoy se conserva, aunque su población abandonó el asentamiento a finales de la Edad Media.

A raíz de las cruzadas, las luchas por los territorios y la búsqueda de cualquier objeto o tesoro perteneciente o relativo a la vida de Cristo, en España surgió un sentimiento similar que inundó los pueblos en el deseo ferviente de poseer una imagen religiosa de gran valor, a la que poder “patronizar” y crear en torno a ella una toda una comunidad de feligreses que dieran vida e identidad al entorno, incluso fomentar peregrinaciones que dejaran dinero en el templo o la localidad donde se ubicara. Por lo que fueron muy comunes los enfrentamientos entre distintos municipios cuando aparecía una imagen religiosa.

Una de las leyendas que envuelven la aparición del Cristo de Villajos, es que cuando el santuario ya pertenecía  al término municipal de Campo de Criptana, el cura a cargo del templo quería encargar una imagen de un cristo para que acudieran más devotos, de modo que, con los pocos recursos económicos que tenía, no podía permitirse ir a un prestigioso taller de imaginería, así que se acercó a un modesto escultor que habitaba en Alcázar de San Juan pero tenía muy buena fama. Una vez hecho el encargo, el clérigo se trasladó a la localidad vecina varias veces para preguntar por el cristo, pero el imaginero tenía otros encargos prioritarios que le daban más rentabilidad que esta sencilla obra para el santuario de Villajos. Fueron muchas las veces que el cura fue a preguntar y la respuesta siempre era la misma: “No, aún no he finalizado la obra, lleva mucho trabajo y requiere de tiempo”. Cansado de la espera, una vez más acudió al taller del artista alcazareño y cuando llegó se encontró la puerta cerrada y un vecino le dijo que el escultor se encontraba fuera y que había bajado al pueblo donde allí lo podría encontrar. Aun así, el cura decidió aventurarse y asomarse por la ventana, cuando de pronto sus ojos reflejaron asombro y dicha al contemplar a través de los cristales su encargo terminado. El cristo se encontraba en mitad de la sala cerrada, y se podía ver la majestuosidad y perfección de la acabada obra; así que raudo, lleno de felicidad y gratitud fue a buscar al escultor. Cuando se encontraron y le dio la enhorabuena por la finalización de la obra, el artista quedó perplejo y ojiplático ante semejante noticia que él mismo creía imposible, pues desde la última visita del religioso a su taller, no había tocado si quiera la escultura del cristo para el santuario de Villajos.

Ante la confusión de la situación y la expectación por el resto de vecinos que se acercaron a curiosear, decidieron marchar todos hacia el taller, donde efectivamente pudieron ver la obra terminada. Como era de esperar, todos los presentes vivieron aquello como un gran milagro, y los alcazareños testigos de aquel hallazgo intentaron hacerse con la posesión de la imagen, sin embargo, cuando intentaban portarla pesaba tanto que era imposible trasladarla a ningún lado, pero en cuanto los criptanenses fueron a reclamar lo que era suyo, el Cristo iba portado con el peso de una pluma, lo que les permitió trasladar la talla hasta la ermita de Villajos. Allí de nuevo los vecinos frustrados de Alcázar de San Juan intentaron arrebatarle a los de Campo de Criptana el ya asentado y consagrado Cristo de Villajos. Cuenta la leyenda que al intentar sacar al cristo los “usurpadores”, la talla extendió sus brazos antes de salir por la puerta, impidiendo así que pudiera ser sacado de su santuario, de modo que los alcazareños desistieron en su idea de poseer la talla. Pareciera que el Cristo no quisiera salir de allí y no pretendiera por voluntad propia pertenecer a otro pueblo que no fuera Campo de Criptana, y así fue como llegó y se quedó el Cristo de Villajos en la localidad que hoy lo guarda como su santo patrón.

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