Por Santiago Arroyo Serrano
En Castilla-La Mancha existe un espacio cultural, geográfico, histórico y social que sostiene gran parte de la identidad de la región. La Mancha es un lugar que ha ido construyéndose a lo largo de los siglos, sin que se haya agotado el proceso de constitución del carácter y la identidad manchega. A este proceso se ha incorporado después -desde la creación de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, en 1982- su relación con lo castellano, para su desarrollo conjunto en lo castellano-manchego. Tras la revisión de un buen número de obras sobre La Mancha, cuyo contenido se centra fundamentalmente en el paisaje, las gentes, las costumbres y la historia, surgió la idea de recuperar los valores de La Mancha reconocida por grandes referentes culturales universales, cuya peculiaridad es la reflexión acerca del ser humano y sobre las características de esta gran comarca.
En conversaciones con amigos en tierras manchegas y fuera de ellas, aparecían ciertas peculiaridades y señas de identidad propias de este lugar, que difícilmente podríamos encontrar en otros lugares de España.
Hay dos lugares en los cuales encontramos referencias al concepto de lo manchego: en la gente que vive y siente La Mancha como algo cercano en cualquiera de sus pueblos, o en los textos históricos que intentan definir este territorio, escritos por manchegos, desde el fiel amor a la tierra, o bien captado por los viajeros que llegaron a estos parajes de llano, cargados de tradicionales estímulos.
Podemos decir que La Mancha se define a base de texto y de contexto; aquí traemos algunos textos que nos acercan al contexto real de lo manchego, ya sea desde un ángulo poético o desde lo filosófico, con una búsqueda originaria de las raíces en las que se vuelve sobre el terreno, sobre las gentes, las características filosóficas, antropológicas de La Mancha. Con los filósofos de las calles y de los campos de La Mancha, con algunos de sus habitantes, hemos mantenido amenas y largas tertulias en las que la elocuencia local nos acerca una definición de lo manchego, y es que la inmensidad del horizonte manchego lleva a sus habitantes a la conversación y a la reflexión, precisamente este paisaje nos hace más profundos sin darnos cuenta.
En La Mancha, la ausencia de límites en el territorio genera desgarro y, a su vez, múltiples maneras de resolverlo. Los manchegos siempre tienen una respuesta a mano para solucionar los grandes problemas existenciales. Cualquiera que se encuentre a un manchego podrá entender de qué estamos hablando. La Mancha es enigmática y sin llegar a definirla nunca la conocemos y disfrutamos, porque una definición agotaría su significado, ¿acaso se puede definir un sentimiento? como el amor, como el placer, como la tristeza. Ser originario de La Mancha es una forma de vida. Más allá de la diferenciación en el habla, en las costumbres, en la vestimenta, La Mancha tiene un genio especial, un estar pegado a la tierra y al cielo, que a los viajeros más observadores les hace pensar.
Como el propio horizonte manchego que parece no acabar nunca, mejor así. La Mancha no se cansa nunca de pensarse a sí misma, es parte de su esencia. La Mancha al pensarse no acaba de conocerse a sí misma, sino que es en este mismo proceso en el que se constituye como concepto emocional en el interior y el exterior de sus fronteras. Algunos textos que aquí presentamos -otros no-, a los que hemos ido accediendo a lo largo del tiempo, son más ajenos y a menudo poetizan en exceso, alejándose de los pueblos y de sus realisades. Para captar con claridad qué es realmente La Mancha es necesario cierto distanciamiento, como decía el poeta Dionisio Cañas “que se hizo manchego en Nueva York”.
No por exceso de poesía o demasiada ciencia, la belleza del estilo de los textos y la claridad de sus explicaciones han de quedar en la oscuridad de los archivos y bibliotecas, sino que deben difundirse y poder ser descifrados por cualquier interesado en conocer las principales características manchegas. En el conocimiento de nosotros mismos, los manchegos estamos desorientados, porque aún no hemos llegado donde teníamos que llegar, La Mancha sigue su proceso de constitución, en cierta medida alejándose y volviendo sobre sí misma en un entramado administrativo donde no siempre encaja bien, por ejemplo en lo que a la conservación de la arquitectura se refiere, ya que otras propiedades como el habla y el carácter todavía sigue latente en las aldeas, los pueblos y ciudades de La Mancha.
Si es un manchego quien hace la lectura de los textos que iremos compartiendo en Nación Mancha se sentirá identificado con muchas de las descripciones aparecidas. La Mancha no es una tierra de conceptos o de ideas; es un lugar, sobre todo, de realidades; pero aquí, lo cotidiano adquiere un valor espiritual, que muchos autores han conceptualizado excepcionalmente en los textos que piensan La Mancha y que gracias a la amabilidad de los gestores de este portal, publicaremos aquí.
Si lo manchego fuera fácil de definir es probable que muchos de los filósofos, poetas y viajeros no hubieran perdido el tiempo en descifrar su inmensidad; en la dificultad de esa definición radican las sensibilidades de la escritura y la reflexión sobre una tierra tan paradójica, de tanta historia y de tanto presente, llena de estímulos, de sensaciones, de arte, de caminos…
Estas reflexiones que descubriremos son una respuesta, parcial, a la pregunta por La Mancha. Para responder a la pregunta sobre la esencia de tendríamos que sentirla, despojarnos de ella y repensarla para tener una visión objetiva.
Iremos compartiendo visiones de cómo La Mancha es un espacio intemporal, tradicional, eterno… donde viven y sienten la manchega y el manchego su serena existencia que es intrahistoria universal. Aquí daremos respuestas a ‘qué es La Mancha’ recurriendo a la literatura, la filosofía o el análisis social o científico y al vivir de sus habitantes. Sorprenderá la intensidad, historia y potencial cultural de nuestra tierra.