Por Miguel Bueno González
Quizá, por ser natural de aquí y ser de aquellos que se resiste a la emigración a las grandes urbes, siento más que nada los colores del paisaje. He vivido siempre en esta tierra, de extremo simbolismo sentimental para aquellos que, cautivados por el folklore y admiradores de la sencillez, tratan de retratar bajo estelas de cultura los destellos de una llama que sigue viva: la llama de un pueblo que aún respira y se reconoce a sí mismo.
He paseado con gustosos andares las calles de viviendas de una planta a ras de acera, que retratan la forma de acogida de nuestros pueblos, cargados de costumbrismo y buenas gentes. Las carreteras descuidadas dan un aire bohemio a los montes que; aún hoy, se ven vírgenes en la poca altitud de nuestras sierras mesetarias, que se expanden en una llanura que suspira entre viñedos y explotaciones ovinas.
Tal vez, tengamos la más inmensa suerte que se podía tener en todo el territorio de una España que agoniza y, aún así, levanta el puño en los peores momentos. Gozamos de una tradición inmensa en educación e inocencia, porque, aquellos que migraron para abandonar el campo, terminaron siendo conocidos allá a dónde partieron por acogedores.
Quizá lo haya mencionado antes y no esté nada más que realizando una anáfora sobre los sentimientos encontrados hacia nuestro cielo, pero no puedo evitar relacionar mi tierra con exquisitos candilazos al echar la vista al universo. Poseemos un color autóctono, que a mi me carga de orgullo y melancolía. Poseemos un tesoro que ya quisieran mil pintores crear en sus paletas. Retratar el cielo de La Mancha, es retratar una historia que sigue, que seguirá, y que, al igual que han escrito nuestros ancestros, hemos de seguir escribiendo por encima de las consideraciones de los foráneos, que se sorprenden al observar que no somos los simples catetos que han dibujado tantas malas lenguas: somos hogar de pintores y pintoras, de poetas y de grandes ilustres, sin olvidar a los miles de hombres trabajadores y mujeres trabajadoras, que han sido quienes han levantado lo que conocemos aún habiendo sido maltratados por la rueda de los años. Y he venido a reivindicar lo nuestro, porque me emociona, me agita el pulso el pensar que mi tierra me tiene cautivado y me apena pensar que la falta de oportunidades me trasladará a lugares lejanos.
La vida me dio ser manchego, y yo, con la debida humildad, se lo agradezco.
GRANDE MIGUEL