Mirar al molino sin olvidar al molinero

Jesús Cortés Campo, Diplomado en Gestión y Administración Pública por la Universidad de Castilla-La Mancha

Los molinos son fieles testigos de nuestro pasado. Forjan la fisonomía de nuestra tierra. No hay un monte, cerro o altura que no tenga o haya tenido una de estas impresionantes moles de planta redonda y alzado cilíndrico en piedra, cal y madera.

Son, con diferencia, el icono más manchego. El recuerdo en forma de fotografía que todo visitante quiere llevarse. Mirados y admirados como una parte esencial del patrimonio de una tierra muy desconocida, aunque los manchegos y las manchegas nos esforcemos en lo contrario.

Puestos en valor, restaurados y acondicionados, para tener algo que ofrecer, los presentamos al mundo, desde hace unos años, con un esplendor y fuerza que hacen justicia a la belleza que nuestra tierra posee.

A los manchegos y las manchegas, tan dados a añorar el pasado -un pasado que nunca fue mejor-, que conocemos esa historia de duros inviernos de hielo y nieve y secos veranos de vientos solanos, por transmisión directa de nuestros mayores, se nos olvida, mirando con orgullo nuestros molinos, frecuentemente al molinero…

Olvidamos al hombre y la mujer (y los hijos) que vivían y trabajaban en el molino, alejados por lo general del pueblo, en la cruel soledad del promontorio, siempre rodeado de vientos. También olvidamos al segador que cortó, al calor inmisericorde de junio, el trigo que después trillaron en las eras su mujer y sus hijos, aventando al alba o cuando el aire hablaba. Y al carrero que subió grano, con su carro y su arreo, y bajó harina.

Todo a base de mucho esfuerzo, de agotadoras jornadas de escasa recompensa, de injustos salarios, de lucha por un futuro mejor, cuando no de simple y llana supervivencia, mirando siempre al cielo para que la tormenta no se quedase, el viento no helara o la lluvia cayera.

Se nos olvida muchas veces y no debemos, que La Mancha es, en suma, su gente. Generaciones de manchegos y manchegas que soñaron, a base de tesón, brega, trabajo y mucho empeño, para sus hijos e hijas todo lo que hoy tenemos.

Se nos olvida y no debemos, que si hay molinos es porque hubo molineros.

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