la mancha

La Mancha, ¿imaginación o realidad?

Por Isidro Sánchez Sánchez, profesor colaborador honorífico de la UCLM

El cuarto título de la primera serie de los Episodios Nacionales, escritos por Benito Pérez Galdós, es Bailén (Madrid, 1873). Uno de los personajes habla de La Mancha y se refiere a un “triste y solitario país donde el sol está en su reino, y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo”, imagen presente en muchos autores y difundida con asiduidad. Esa fotografía, habitual en el siglo XIX, comienza a variar a finales de esa centuria con los cambios económicos, sociales y culturales propiciados por el desarrollo vitivinícola. De manera que el paisaje de la región se transforma en lo que yo denomino Mancha verde de verano.

También establece el personaje de Bailén la relación Mancha-Quijote, como ocurre con frecuencia: “país entre todos famoso desde que el mundo entero se ha acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de D. Quijote”. Ese nexo permanece estable y es habitual su utilización, dentro y fuera de España, como hace el escritor libanés Amin al-Rihani. Lo recuerda Carmen Ruiz Bravo-Villasante en su libro editado en 1993 Un testigo árabe del siglo XX: Amin al-Rihani en Marruecos y España (1939): “La Mancha es la tierra de Don Quijote, sin que se pelee por ser patria chica suya ningún otro pueblo conocido. La Mancha y basta”.

Igual ocurre en Castilla-La Mancha y en La Mancha. De manera que para amplios sectores de la sociedad, como escribe el dibujante Julio III en El Jueves (Abril de 2017), “nuestroj personajej ilujtrej” son “Quijote, Cervantes, Cervantes Quijote, Dulcinea, Quijote, Quijote, rocinante, Sancho Panza Quijote Quijote, Quijote, Cervantes”. Para algunos hay poca vida fuera de Cervantes y su obra.

Y el personaje de Galdós concluye el retrato de la siguiente forma: “Es opinión general que la Mancha es la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del wagon, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno”. Se trata del sambenito de campo árido, tierra de paso y falta de personalidad.

Más cerca de nosotros el citado Julio III describe a Castilla-La Mancha como “la hija deficiente a la que la madre España golpea con la goma del butano mientras le recuerda que nunca será nadie. Es una tierra salvaje llena de preciosos parajes naturales, cascos históricos brutales y gente encantadora, pero lo único que vendemos es el queso, el vino y el Quijote, porque somos un poco faltos y nos falta un poco amor propio”.

El escritor mexicano Carlos Fuentes habla de lo vivido y lo escrito en el prólogo a la obra Todos somos Kafka (2004), de Nuria Amat, reedición de la publicada en 1993. Afirma que La Mancha es provincia de la imaginación e indica que la geografía circunscribe, pero la imaginación dilata. Y dibuja la imagen siguiente: “La Praga de Kafka se funde en el Dublín de Joyce que es La Mancha de Cervantes que es la Biblioteca de Babel de Borges”.

Imaginación y realidad. Fantasía y objetividad. Ensueño y existencia. En 1995 celebramos en la Facultad de Letras de Ciudad Real el sesenta aniversario de Radio Ciudad Real. Contamos con la presencia, entre otras personalidades, de Elsa Vela Derosa, esposa del cofundador de EAJ 65 y voz protagonista durante muchos años en la emisora. En su intervención cuenta que por un avatar de la vida está a punto de marchar a Argentina, pero se queda en La Mancha “por sus puestas de sol”, por la belleza de los ocasos manchegos.

En fin, puede decirse que uno de los rasgos característicos del manchego es cierta aproximación despectiva a su propia región. Ese pesimismo, creo que demasiado extendido, es una tradicional construcción social que es preciso combatir ¿Cómo? Con una disposición abierta a conocer y valorar La Mancha, con una actitud receptiva hacia sus compromisos.

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