Por Carlos Ortiz, presidente del Grupo de Desarrollo Rural Mancha Norte
Para muchos en nuestro país, La Mancha es solo un personaje más de la gran novela que cuenta las andanzas de un loco desfacedor de entuertos. Si fuera así, sería el único personaje real de la citada novela. Todos los parajes, los pueblos y los emplazamientos en los que Cervantes coloca sus personajes son reales, existen, podemos visitarlos e imaginar como imaginó él, aventuras sin fin. La Mancha es real, existe.
Pero para los que hemos nacido aquí o elegido esta tierra para vivir y salir adelante, la Mancha es mucho más que un paisaje. Es sobre todo una forma de entender los días, los sacrificios, y los desvelos, la hospitalidad, la luz, el inexistente mar que ondea las siembras cuando se acerca el verano.
Sí, esta tierra es sobre todo agradecida y devuelve con generosidad el trabajo que se le dedica en la forma más noble que la tierra pueda hacerlo: en forma de mies y de vino, para acompañarnos en nuestro desvelo, en nuestra entrega, en los encuentros que dan forma a nuestros días, en las fiestas con las que celebramos la vida, y en la nostalgia con la que recordamos a los ausentes.
Esta tierra es más que un paisaje, y sirve para algo más que para alimentar la memoria de los que tuvieron que dejarla. Esta tierra es futuro, es emprendimiento, es proyecto, es innovación, es creatividad y competitividad, lo demuestra cada día, en cada taller, en cada empresa, en cada bodega, en cada cooperativa, en cada surco, pero también en sus escuelas, institutos y en su universidad… Esta tierra es La Mancha, la que ha convertido su resistencia en una forma de crecer.