Ángel Martín-Fontecha, docente y ponente de la historia manchega.
Para conocer los entresijos de nuestra región podemos, muchas veces, valernos de la literatura de tantos y tantos escritores manchego que han ponderado La Mancha. Hoy, como ejemplo traigo a este espacio al gran García Pavón1, un escritor emblemático que representa, a través de su literatura, la idiosincrasia y la naturaleza del carácter manchego en particular y un profundo conocimiento de la condición humana en general. Además sus descripciones del paisaje y lugares concretos de su geografía vital son un valioso documento para conocer la fisonomía de nuestro entorno hace medio siglo.
Su narrativa se caracteriza por un cuidado estilo de raigambre cervantina y atento al detalle costumbrista. Enfoca el género conocido como novela policíaca como una mezcla de lo estrictamente policíaco con elementos costumbristas y crítica social hasta donde era posible en la época.
A continuación una decena de pinceladas de la literatura de este ilustre escritor manchego que da nombre a la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla La Mancha en Ciudad Real.
I
El primer texto resume en unas poéticas líneas el paisaje manchego:
“Llano infinito, ancho, sin hitos acotadores, a prueba de niveles, obra de llanas y palustres gigantescos se resiste al cielo, se fuerza en una tensión, en una tirantez de parche de pandero que en muchos kilómetros, nada concede a la altura. Es, por el contrario, el cielo quien domeñado quien se resigna a bajar sobre el llano descansando los bordes de su campana azul, sobre los anchos límites del paisaje…. Las nubes pasan sobre nuestras llanuras, rectas, medrosas de tanta navegación, sin un picacho en el que descansar, sin una atalaya azul en la que enmarañarse, sin un río en las que mirarse sus barrigas de algodón.
Tierras manchegas parduzcas, rojizas, a veces duras, rebeldes, tercas, con su ascética tersura de timbal, se resisten a la concepción grácil de empinarse, de querer lamer el agua engañosa de arriba”.
Teoría del paisaje manchego (1951).
II
Ahora un sublime retrato de la idiosincrasia del hombre y la mujer manchega: García Pavón encuentra como características psicológicas del manchego la timidez, la campechanía y la imaginación lo que marcan unas “consecuencias negativas” y unos “rasgos fecundos” de la personalidad manchega.
Sobre la timidez del manchego, indica:
“Una de las características psicológicas más interesantes del manchego es la timidez. Y timidez no sólo inidividual, sino, y lo que es más grave: colectiva, regional. El aislamiento en que se encuentran nuestros núcleos urbanos, y el imponente anonadamiento del paisaje, aminora la relación y sociedad de unos pueblos con otros, y de cada pueblo con el resto de España. De suerte, que el manchego, clausurado en su estrecho recinto, mira con inhibición, con encogimiento, con exagerada lejanía a los hombres que viven la otra orilla del mar de su llanura. Este modo de ser, hoy en disminución debido a la técnica niveladora de nuestros días, ha engendrado, nada más, ni nada menos, que uno de los más graves defectos de nuestra Región: su falta de influencia…”
Hacia un concepto de la personalidad manchega (1951).
III
A continuación una reflexión sobre su pensar político, por desgracia escrita hace décadas y tan de actualidad en nuestro presente:
“Y cada día que pasa me convenzo más de que nosotros, los liberales, los de buen natural, los mansos de corazón, los que creemos que se puede vivir respetando la idea y sentimientos de cada cual, no tenemos cabida en esta nación. Los que tenemos por ideal la suave convivencia, el diálogo y el derecho, somos productos de civilizaciones superiores que aquí no pueden tener asiento.
En este país sólo domina el despotismo, la intransigencia de unos y de todos; el considerar que la única forma de existir es coceando a los de enfrente… Aquí no se lucha por ideales, sino por escarnecer, arruinar y por fin sacrificar al de enfrente. Aquí no hay cabeza, cerebro, sólo sangre que hierve, resentimiento, odio, fomentado por todos. Del oponente no se pide la compresión, sino la cabeza”.
Los liberales (1965).
IV
Entre los muchos personajes que aparecen en la obra de García-Pavón, donde destacar a Plinio y Don Lotario, existen otros que su aportación es fundamental para entender la realidad social de La Mancha en los años que describe el autor; es el caso de Braulio “el filósofo” cuyas sentencias no dejan indiferentes al lector:
“Lo que os digo. Las mujeres tenían que vivir solas en un barrio. De la plaza pa’l norte. Allí que chillaran, se pusieran verdes, dieran de mamar a los hijos y se lavaran las vergüenzas. Y los hombres, de la Plaza pa’l sur. Tranquilos, en sus negocios, su vino, sus pitos y su parla. Íbamos a vivir como Dios… A la hora de la fornicativa, el campanero tocaba la campana mayor y cada uno pasaba al norte a echar su mandao. Y después al barrio sur. No hay más cáscaras. Veríais qué paz”.
El reinado de Witiza (1966).
V
Y de la magnificencia de la Naturaleza sobre todo lo humano:
“La naturaleza respira muy por encima de los hombres, de las bestias y de las máquinas. Trabaja con esquemas tan alzados que el bulto de lo humano y sus cosas carecen de poder. Los hombres de un mismo pueblo… son un manojo de cuerpos enredados por los cables de tantas muertes, de todas las muertes e historias comunes… Vidas e historias que se engulle la naturaleza cada primavera. Somos chinches inoperantes luchando con este imperio del cielo, con esta repisa de la tierra, que todo lo asimila y sobre todo triunfa en cada alborada.
Las vidas escritas y parladas; los hechos tristes y risueños; los amores de carnes tiernas y jugosas; los cánticos, sudores, explotaciones, espigas y uvas; partos húmedos y mortajas secas; reatas de muías nuevas y de aquellas otras históricas que al sol se calcinan… todo se lo entripa esta máquina silenciosa y suave al parecer, esta gran despectiva que es la naturaleza”
El reinado de Witiza (1966).
VI
En una carta abierta al pintor valdepeñero Gregorio Prieto, el escritor tomellosero profundiza en la imagen de los molinos:
“…la idea Quijote lo primero que sugiere a niños y mayores es la idea molino. No batán, ni venta, ni ¡Dulcinea!; sino molinos…
El espíritu español, colectivo o individual es una nutrida lista de batallas contra los molinos de viento. El español, o no hace nada, o se lanza contra las aspas de los molinos. El español gusta de humanizar quimeras. La Guerra de Cuba fue un ciclópeo molino que nos empeñamos en hacer gigante y vulnerable… y fracasamos: era molino. Algo parecido podríamos decir de toda nuestra historia cara a occidente. Pero no siempre fracasamos. A veces el molino con ser mucho más que molinos, lo vencimos, lo vencimos. La conquista de América fue más que molino, ¡y lo vencimos, le tronchamos las aspas y pinchamos al gigante que tenía dentro camuflado!….
Los ejemplos podrían multiplicarse; entraña cada escorzo de nuestra historia política, heroica y artística”.
Disciplina de molinos (1951).
VII
Las escenas costumbristas que muestra García Pavón son maravillosas y nos retrotraen a décadas cercanas. Como muestra esta imagen de los hombres en el casino:
“Zurraba la lluvia de lo lindo desde que amaneció y las calles venían rebosantes de las aguas rojizas del monte. Los hombres llegaban al Casino bufando y sacudiéndose las capas y gabanes. Sobre el suelo entarimado quedaban las huellas de las botas mojadas, y una pegajosa y caliente humedad se respiraba en el salón. A la luz pajiza de dos lámparas menguadas advertíase un ambiente espeso de humos y vapores encerrados. Sobre los tapetes verdes, unos hombres, ausentes de todo, con las boinas caladas y el cigarro en la comisura de los labios, manejaban sin cesar unas cartas mugrientas, dando grandes golpes con los nudillos, ensordecidos por el fieltro, sobre el tablero de la mesa cuadrada. Alrededor de cada partida, sentado o de pie, había un piquete de mirones adormilados.
Historias de Plinio (1968).
VIII
Sobre la relación de los “artistas” con el “resto de los mortales”:
“Feroz desigualdad con el resto de los mortales tienen los artistas. Por eso, los que escriben, inventan, pintan o esculturan son poco apreciados, cuando no proscritos y muertos por sus conviventes. Que la mayor injusticia,…, te lo digo yo, no reside en que unos sean pobres y otros ricos (que tanto el hombre como la sociedad poco duran), unos feos y otros hermosos (que todas las carnes paran en la misma caricatura), sino en que muy pocos seres sean capaces de hacer cosas de verdad imperecederas, mientras el mundo todo y la mayoría numerosa, muramos con las manos sobre ombligo sin hacer nada que sobrepase los siglos y honre a los que vendrán… Esa sí que es la gran injusticia sin remedio…”.
Historias de Plinio (1968).
IX
Por mi afición a las investigaciones históricas que atañen a los pueblos de la comarca, como no mostrar esta breve reflexión con la que me siento tan identificado:
“El hacer uno la historia de su pueblo, siente, en cierto modo, como si escribiera su historia personal. Es difícil considerarse ajeno de las gentes y de las situaciones que un día actuaron sobre estas parcelas de casas que llamamos pueblo.”
Historia de Tomelloso (1530-1936). (1955).
X
Por último, muestro la deliciosa descripción que hace de Manuel González, alias “PLINIO”, Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso y personaje más conocido de su obra. Se trata, sin duda, de un magnífico retrato de La Mancha y los manchegos de hace medio siglo:
“Lo suyo era la compañía de los hombres y de las casas. Nada de soledades por sanas que fuesen. Lo suyo eran las gentes en derredor, los cigarros, la tertulia de parla o suspirante. Las cocinas, las calles, su despacho, y sobre todo la plaza. La plaza con sus ires y volveres, en tantas direcciones. Las faldas meneantes. Los tíos pantaloneando con la cabeza baja y pensando en sus cosas. Los chicos que salen de la escuela y mojan una esquina. Las campanas -hierro verde- tan altas y olvidadas. Las puertas entreabiertas con mujeres que hablan echando la voz de acera a acera. Los coches, los carros y tractores. Los bautizos colectivos y los muertos uno a uno. Los balcones con visillos corridos. Las ventanas de noche con una luz tras las persianas. Los bares llenos de voces de hombres con bigotes de cerveza. Los corrales con perros aburridos y gallos que fornican aleteando bajo la gavillera. Los portales oscuros con sus viejos inválidos que babean. Los taquilleros y chineros, cuyos vidrios reflejan la bombilla pajiza. Las vigas de aire con cuerdas de uvas y melones. Las camisas y sostenes colgados en el alambre del corral. El cementerio sembrado de paisanas silenciadas para siempre. La academia de la banda de música con soliloquios de clarinete y bombardino. Los comerciantes con los ojos siempre hincados en el mostrador. Las posadas con sus huéspedes vestidos de pana que comen pan y chorizo junto a la bota. El guardia de puertas que en la noche solitaria ensaya su oratoria de bostezos. La tienda de los diarios donde todos extienden la mano para coger su periódico deportivo. Los bares con tocadiscos, eructando humos por la puerta. Los culos de las mujeres trajinando en los andares. Los gestos senatorios de los viejos que hablan bajo los soportales. Y los regadores echando la curva de su agua sobre el cemento de las aceras… Eso era lo suyo”.
Voces de Ruidera (1973)
Espero hayan servido estas líneas como un esbozo de la producción literaria del manchego García-Pavón e invito a todos a leer la obra del mismo, sin duda una experiencia inolvidable y que como el propio autor indica está basada en un “reiterado fondo autobiográfico” y un “terco arraigo en mi tierra”.
CITAS
1 FRANCISCO GARCÍA PÁVON, nació el 24 de Septiembre de 1919, en Tomelloso. Se doctoró en Filosofía y Letras y fue catedrático y Director de la Escuela Superior de Arte Dramático; fe crítico teatral y editor, su popularidad le vino gracias a sus novelas y cuentos en los que, desde la perspectiva humorística, refleja el mundo rural de La Mancha.
Su primera novela, Cerca de Oviedo (1945) resultó finalista del Premio Nadal. Otro premios en su carrera fueron: Premio de Cinematografía y Teatro (1964), Premio Nacional de la Crítica con sus novelas “El rapto de las Sabinas” y “El reinado de Witiza” (1968); Premio Nadal por su obra “Las hermanas coloradas” (1969), Premio Hucha de Oro por su relato “Confidencias 1916” (1975) y Premio de Narraciones Breves Antonio Machado por el cuento “El tren que no conduce a nadie” (1979).
Su éxito más popular lo alcanzó gracias a la serie de novelas policiacas protagonizadas por Plinio, Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, consiguiendo una gran calidad, hasta entonces no conseguida, del género detectivesco en España.
Falleció en Madrid, el 18 de marzo de 1989.