Por Santiago Arroyo Serrano
Francisco Martínez Ramírez fue uno de los forjadores de la identidad manchega y del impulso a las agrociudades, desde su Tomelloso natal. Primero desde la prensa como pionero, a continuación, desde la política y las grandes luchas por las demandas principales La Mancha, que a principios del siglo XX pasaba por la consecución del ferrocarril y la mejora de la comunicación.
El pasado 10 de noviembre de 2020 se cumplían 150 años de su nacimiento. Ningún homenaje ni ninguna exposición, por muchos documentos que muestre, será suficiente para rendir homenaje a la labor que este hombre realizó por su pueblo y por el progreso de su país. Recientemente el Ayuntamiento de Tomelloso, en una demanda de más de 20 años ha puesto a disposición del investigador y del interesado la mayor parte de su archivo y publicaciones.
Francisco Martínez Ramírez fue un gigante que se construyó a sí mismo, un editor humanista, un mecenas e intelectual de acción que supo poner La Mancha (especialmente Tomelloso) en el mapa de la industria nacional e internacional, sin embargo sus paisanos no supieron aprovechar los últimos años de su vida, que dedicó íntegramente a escribir memorias, a recopilar recuerdos, a investigar de corazón sobre la historia local, aunque sus solicitudes para ser nombrado cronista de Tomelloso, no fueron atendidas.
Los primeros proyectos que suscitaron su interés tuvieron que ver con el desarrollo de grandes infraestructuras en La Mancha, que él consideraba de gran potencial. Así, impulsó un proyecto de aprovechamiento de las aguas del Guadiana y diversas iniciativas como un tranvía eléctrico que conectara las poblaciones. Para lograr sus objetivos, tuvo que enfrentarse a los caciques de su tiempo y compartir sus ideales con grandes personalidades de la época. El primer paso con 33 años fue la creación del primer periódico local, con el objetivo principal de defender en la corte los intereses de Tomelloso. Así funda El Obrero de Tomelloso y pone en marcha otras iniciativas como la creación del Círculo Instructivo del Obrero en el Círculo Liberal, hoy Casino de Tomelloso, frente a su escultura de bronce.
Desde el periódico impulsa la lucha por el primer ferrocarril, que con la ayuda política de Melquíades Álvarez y los consejos de un antiguo ministro de Fomento, Fermín Calbetón, llega a buen puerto y se inaugura en 1914. Pocos conocen que para lograr el escaño de Melquíades, funda y dirige, junto a otros grandes contribuyentes como Juan Antonio Peinado o Ramón Ugena, El Centro de España, un periódico que continúa al que fundó en Tomelloso, y que se dejaría de editar a finales de 1910. El periódico era ya una defensa decidida de la filosofía política y social de Melquíades Álvarez, de quien más tarde sería secretario personal.
Nunca se alejó del negocio del ferrocarril, siendo uno de los grandes expertos en ferrocarriles de corto alcance y constituyendo con inversores norteamericanos la empresa Ferrocarriles Cooperativos de España, que pretendía acercar el ferrocarril donde no llegaban las grandes líneas, también intentó otras empresas relacionadas con el alcohol y la madera, después de su tránsito fugaz por el Gobierno republicano en Huesca, donde se enfrentó a graves revueltas y conflictos.
Su enriquecedora vida y amplias lecturas, así como sus ilustres amigos y colaboradores políticos le permitieron escribir diversos trabajos literarios y ensayos y publicar la primera historia de Tomelloso, La Venta del Tomillar, y tener entre manos otras propuestas para estudiar la economía local y la intrahistoria de los labradores y pequeños industriales de Tomelloso.
En el libro Francisco Martínez Ramírez, El Obrero de Tomelloso. 1870-1949. Pensamiento y acción reformista en La Mancha, se da un repaso a su infancia y juventud, con los pocos datos que existen sobe su vida familiar, así como su formación y profesionalización. Incluyendo numerosos textos inéditos, uno, extraído de un cuaderno de notas, es conmovedor por su emoción respecto a la relación con Tomelloso y donde muestra la intensidad de su vida y sus últimos días donde intentó reclamar una ayuda para subsistir pretendiendo que su pueblo le devolviera lo que había aportado, nos queda el consuelo de que 150 años después de su nacimiento y 71 después de su muerte, aún pervive, sin embargo como él narra a modo autobiográfico:
No he pertenecido en ningún momento a partido político. De muy joven
fui amigo y admirador de D. Emilio Castelar. Después he sido secretario
político de D. Melquíades Álvarez.
Desde el año 1941 soy socio del Ateneo de Madrid y me cupo […]
Azaña me nombró Gobernador de Huesca, cuyo cargo dimití por arrojar al río,
en la Estación de Canfranc un alijo de armas que esperaban los socialistas. El
ministro Prieto me llamó al teléfono para declararme su enojo y yo le corté la
conferencia con el mayor menosprecio. Y aquí, en Tomelloso, nadie mejor que
D. Abelardo Contento y su digna empresa conocen mis opiniones y
actividades.
Después de la liberación, yo me recluí en mi literatura e historia, bien
seguro de que por mí nadie habrá de ser molestado, pues siendo adversario del
socialismo e indiferente a toda actividad política no podrá acusarme… por
mostrar aversión a la vida pública, que en ningún momento de mi vida apetecí.
[…]
Dirige y paga el periódico El Obrero de Tomelloso, y existe el deber
moral de defender fieramente la dignidad de su pueblo. ¿Qué debería haber
publicado en aquel periodo ante la actitud del orgullo de Tomelloso, si este
hubiera recibido mi escrito, en el que el autor del mayor beneficio que ha
recibido el pueblo solicitaba amparo y el ayuntamiento respondía, no ya con
una negativa proselitista, sino con un silencio despreciativo?
Si estas circunstancias son conocidas por el pueblo de Tomelloso, no
habrá en lo sucesivo nadie que ponga en acción ninguna obra favorable al
porvenir colectivo. Cada día se estrechará el círculo más espiritual de este
pueblo y se alcanzará el nacionalsocialismo más torpe y grosero.
Cuando yo concebí la vida de la obra que realicé, no pude pensar ni en
sueños en la posibilidad de este momento; pero si alguien me hubiera
convencido de tal realidad, yo amante de mi pueblo y celoso de su porvenir no
hubiera realizado la obra que lo ha engrandecido y porque no lo merecía. Y
Tomelloso estaría como están los de Infantes, Villarrobledo, San Clemente,
Alcázar, Herencia, Puerto Lápice y otros muchos por cuyo ambiente positivo
no dejaría de reflejarse la ingratitud de Tomelloso y seguirían, de por vida,
luchando contra la adversidad.
Si de algo peco, es de excesivo cariño a su pueblo, que no quisiera ser
calificado en justicia como el más ingrato de los pueblos de España.
Si mi modo de ser pudiera transigir con la superchería, no me habrían
faltado medios para que centenares de firmas hubieran avalado mi escrito
pidiendo el ayuntamiento una recompensa para mí, que la corporación
municipal no habría podido negar. ¿Pero es este procedimiento lícito para mí,
que tengo conciencia de mi responsabilidad? Yo no transijo con la comedia
humana. Todo lo prefiero, a ser tachado, en justicia, como un cómico vulgar,
que arrastra su dignidad en busca de limosna. Yo reclamo una recompensa en
estricta justicia y por un solo motivo. Porque me es necesario para vivir.
Que sus paisanos pudieran leer lo que escribió y conocer sus grandes obras será sin duda el mejor homenaje que podamos hacer a este hombre bueno y verdadero al que debemos tanto y cuyo legado forma parte de la construcción identitaria de La Mancha.