Por Enrique Suárez Figaredo, miembro de la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan
En la famosa aventura del vizcaíno (dQ1-9), éste propina un espadazo a don Quijote e Quijote en un hombro, «llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo». En el capítulo siguiente Sancho se ofrece a curarle, «que aquí traigo hilas y un poco de ungüento blanco en las alforjas».
—Todo eso fuera bien escusado —respondió don Quijote— si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás; que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas… Es un bálsamo…, de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte ni hay pensar morir de ferida alguna. Y ansí, cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino que cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo, como muchas veces suele acontecer, bonitamente la parte del cuerpo que hubiere caído en el suelo… la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla, advirtiendo de encajallo igualmente y al justo. Luego me darás a beber solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verasme quedar más sano que una manzana.
Más adelante, tras los estacazos propinados por los yangüeses, (dQ1-15) don Quijote y Sancho arriban a una venta («que él imaginaba ser castillo») donde recibirán de lo lindo a puños de un arriero «celoso de que la asturiana Maritornes le hubiese faltado la palabra por otro». Es entonces cuando don Quijote decide echar mano del bálsamo:
—Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado… En resolución, él tomó sus simples, de cuales hizo un compuesto mezclándolos todos y cociéndolos un buen espacio, hasta que le pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para echallo, y como no la hubo en la venta se resolvió de ponello en una alcuza o aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donación, y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz a modo de bendición. (dQ1-17)
Lo cierto es que el salutífero bálsamo resulta ser un muy efectivo purgante, al menos para Sancho, el cual «tomándola a dos manos… se la echó a pechos y envasó bien poco menos que su amo. Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así, primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora; y viéndose tan afligido y congojado, maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado».
Los modernos anotadores del Quijote no van más allá de informar que cuando el legendario gigante Fierabrás saqueó Roma se apropió de «los restos del bálsamo con que Cristo fue embalsamado, que tenía el poder de curar las heridas a quien lo bebía». Ahora bien, ¿de dónde sacó don Quijote la receta? Un ávido lector de libros de caballerías como él no podía ignorar que tan fabuloso bálsamo acabó en el fondo de un gran río, según se cuenta en la Historia de Carlo Magno y los Doce Pares de Francia. Leamos la edición de Sevilla-1525: Fierabrás siempre lleva un par de barriles colgados del arzón de la silla; en el transcurso del feroz combate uno contra uno con Oliveros bebe de él en algún momento, y también lo ha ofrecido caballerosamente a su rival, quien lo ha rechazado repetidamente pese a estar muy malparado; pero bien se dice que a nadie le amarga un dulce, y así, al propinarle Oliveros un gran golpe de espada…
… descendió el golpe al arzon dela silla y vuo de cortar vna cadena en que estauan asidos y atados los barriles del balsamo / y cayeron entramos en el suelo: y del golpe se espanto el cauallo: y fuyendo se desuio gran trecho de Oliueros: tanto que tuuo lugar Oliueros de se apear y beuer del balsamo a su plazer y luego se sintio sano / ligero y dispuesto como si nunca vuiera sido ferido. E desto dio infinitas gracias a dios: y dixo entre si: ningun buen cauallero no deue pelear con esperança de tales breuajes / y tomo entramos barriles / y los echo en vn caudal rio que cerca de alli passaua. y luego fueron alo fondo del agua. y he leydo en un libro autentico en lengua toscana que fabla deste Fierabras de Alexandria / que todos los dias de sant Juan euangelista parescen los dos barriles encima del agua / y no en otro tiempo.